domingo, 22 de diciembre de 2013

Cenas De Empresa


¡Ay las cenas de empresa! ¡Que peligro tienen! Y más en estos tiempos tecnológicos donde todo el mundo lleva encima (y no se separa de él ni un sólo segundo) un móvil con cámara incorporada, y para más inri de varios megapíxeles, que además de dejar constancia de según que momentos lo hacen a la mayor calidad posible. Vamos para que esa frase de "no es lo que parece, cariño" no te valga para nada...

Pues si; este pasado viernes noche fui de cena de empresa. Junto con 13 compañeros y compañeras más y un supervisor... que en este caso es también un compañero. La idea (según nuestro portavoz de grupo) era "ir de tranqui" a cenar y tomar algo. Y así comenzó la noche; con una cena con un buen surtido de primeros platos bien acompañados por unos riojas...

Ya sabéis que los españoles necesitan además de llenar sus buches tener bien remojaditos los gaznates y  mientras hubiera comida en la mesa pues no dejaban de llegar botellas y más botellas. Uno sabe cuando empiezan estas reuniones pero rara vez cuando acaban. Serían eso de cerca de las 10 de la noche cuando nos sentamos y pasarían algo más de 2 horas cuando comenzaron las rondas de chupitos.

Uno que ya no sale y que bebe más bien agua y coca-cola en su día a día no está acostumbrado para estas cosas pero aguanté como un jabato, en pie, sin doblarme. Y no puedo decir lo mismo de varios de los que me rodeaban...

Tras 488 euros de cena y 6 botellas de chupitos vaciadas en un típico duelo de "no hay huevos", nos disponemos a buscar algún garito con musiquita donde poder liberar al Tony Manero que llevábamos dentro. Como era mi pueblo, yo decido; un bar musical de 2 ambientes muy cercano al restaurante (para que nadie se perdiese en el camino) y a tan sólo 2 calles de un karaoke por si querían más tarde seguir con la fiesta... a la que le quedaba, sin saberlo nadie, poco más de una hora...

Entramos en el local, mas o menos todos manteniendo la vertical, nos reunimos en el centro de la pista e intentamos seguir el ritmo a la ilógica mezcla del "pincha" que por lo que ponía parecía ir peor que nosotros. Al rato, los fumadores, sintiendo esa necesidad de humo en los pulmones y nicotina recorriéndoles por dentro, van saliendo para calmar al vicio, a pesar de los pocos grados.

Llega el momento en el que de los 15 valientes que comenzamos sólo quedamos 3 en la pista y nos preguntamos: "pues si que fuma esta gente, ¿no?". Decidimos salir y vemos a nuestra gente repartida en varios subgrupos.

Me acerco a uno, donde estaba mi supervisor (aguantado por un compañero), sacando la tensión que le provoca estar día a día al pie del cañón. Dando la cara por nosotros en una empresa en la que sólo cuentan los números y donde tu mismo eres uno. Donde su jefe más próximo es el que más le putea y el que parece que quiera que nuestro grupo se hunda. El pobre no podía contener las lágrimas.
En eso que estaba intentado consolarle cuando me avisa otro compañero: "Ayúdame con tal que yo no puedo aguantarle". Giro mi cabeza en su dirección y veo a mi pareja de baile en los chupitos apoyado en una de las paredes de fuera del local, tras haber expulsado de dentro de su cuerpo el demonio.
En ese momento serían las 2 de la mañana... y me pasaría las próximas 3 haciendo de niñera suya.

Después de hacerle un marcaje cuerpo a cuerpo para que no se fuera al suelo, un amable muchacho del bar me saca un par de botellas de agua para darle. Decido llevarlo al lavabo para que se mojara un poco el careto que me llevaba y mientras estoy esperando tengo visión de uno de esos pequeños grupos. En ese momento uno de mis compañeros hace un truco de magia y desaparece entre 2 coches aparcados. Dos segundos después veo como van hacia allí otros 3 y me doy cuento de que de magia nada, que simplemente se ha pegado una buena hostia. Lo levantan y compruebo desde la distancia que respira.

Sale mi compañero del lavabo y lo llevo a sentarse a que le dé el aire y los 3 grados centígrados que harían en ese instante. Ahora estoy frente al local, nada más cruzar una carretera de un sentido. Desde mi nueva posición veo a toda mi gente, aunque estén esparcidos en unos cuantos metros.
Veo como uno de los jóvenes empieza a levantar a las compañeras, las coge por la cintura y "pa' rriba", desde la más pequeña a la más grande, hasta que la fila le llega a un compañero al que llamamos "Papi" y al intentar levantar semejante hombretón se jode el tobillo haciendo el cabestro.

Lo traen a mi vera, junto a mi enfermito, en ese momento tenemos 2 lesionados y 2 mamados a tope y nos damos cuenta de que desde hace mucho rato falta otro compañero. Lo damos por perdido, era también su pueblo y habrá decidido irse a casa.

Son más de las 4, llevamos más de 2 horas en la calle, congelados, y por fin la gente que no bebió y que trajo coche decide ponerse en movimiento. Van a por ellos y se dividen a la gente que llevarse. Yo, gentilmente, como el caballero que soy, ofrezco mi cama a alguna de mis compañeras pero ninguna de ellas había bebido lo suficiente como para tener que aceptar tan desinteresada opción. Una pena.

Aún tendría que pasar media hora más hasta que por fin llegara a mi caliente (aunque solitaria) cama y me tumbara pensando en que en 3 horas me venían a mirarme una cosa a mi piso y que no dispondría de mucho tiempo para dormir. Menos mal que ya estoy de vacaciones de Navidad!

¿Y el año que viene? A un chiqui-park de esos...


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